¿Qué se puede hacer para mejorar en los ocho objetivos? ¿Por qué se ha fracasado hasta ahora? Son preguntas a las que han intentado encontrar respuesta esta semana en Madrid diversos representantes de ONG y a las que tendrán que responder el próximo mes de septiembre en Nueva York los 191 estados que se comprometieron con estos objetivos en el año 2000.
"Los ODM fueron un intento optimista por parte del mundo desarrollado por modificar las diferencias entre países. Al principio permitió un avance en el PIB y un mayor compromiso con estos temas. Pero a pesar de la buena fe, hemos logrado muy poco", reconoce Catalina Eibenschultz, ex coordinadora de ALAMES (Asociación Latinoamericana de medicina social) y profesora e investigadora de la Universidad Autónoma de México.
El mayor error a la hora de plantear estos objetivos, según esta experta, es que "se puso a competir entre sí a los países para demostrar cuál de ellos era más pobre y, por tanto, digno de recibir la ayuda para el desarrollo; ayuda que muchos no han sabido aprovechar bien".
Esta presión por conseguir la ayuda ha tenido una consecuencia nefasta, porque ha transformado el valor de los datos. A juicio de Eibenschultz, "las cifras oficiales que dan los gobiernos sobre mortalidad materna e infantil no son reales, sino que tratan de demostrar que el país es digno de la inversión y la confianza depositada en él y que va progresando. Hay un juego de cifras, un maquillaje político de los datos que ha provocado la desconfianza de la sociedad hacia esos informes".
Lo que ha ocurrido, por ejemplo, en América Latina, tras la firma de los ODM es que "ha aumentado la desigualdad entre países", indica la investigadora. "En 2009, el 16% de los niños estaban desnutridos, a pesar de que se producían suficientes alimentos. No es, por tanto, un problema de falta de alimentos, sino un fallo en el destino que se da a estos productos", explica Catalina
Una receta de tres ingredientes
Pero no todo está perdido. El propio Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, considera que "el mundo posee los conocimientos y recursos para alcanzar los objetivos. No hacerlo sería un fracaso inaceptable, moral y práctico. No debemos fallar a los billones que esperan que la comunidad internacional cumpla con la promesa de la Declaración del Milenio para un mundo mejor. Reunámonos en septiembre para cumplir esta promesa".
La receta para llegar a buen puerto incluye tres elementos básicos: unas políticas adecuadas, más inversión y apoyo internacional. Ahora el reto está en saber cuáles son estas políticas adecuadas. Para Marta Monteso, coordinadora de Acción para la Salud Global, "el problema hasta el momento ha sido que no hemos tenido en cuenta la realidad propia de cada lugar. Hay que adaptar las medidas a las condiciones de cada país, pero luego hay unos valores universales que sirven para todos, como el respeto a los derechos humanos y de género".
Monteso piensa que se ha perdido un poco la perspectiva inicial, la causa con la que se comprometieron los países de la ONU. "Los ODM se han convertido en un fin en sí mismo y se ha olvidado el primer objetivo, que era básicamente erradicar la pobreza y las desigualdades entre países. Fue una promesa a los más pobres, pero en el debate nos hemos olvidado de ellos, no les hemos escuchado", indica.
Tanto Monteso como Eibenschultz consideran que "es un error separar los ODM relacionados con la salud del resto, pues todo está determinado por la estructura social y van vinculados entre sí". Para Marta Monteso, "el avance en salud va íntimamente ligado con la desigualdad de género. La violencia contra las mujeres ha llegado a tal punto que supone, en palabras de Ban Ki-moon, 'una vergüenza para la humanidad'. Tener una salud delicada hace a las mujeres aún más débiles y más propensas a sufrir la violencia". Por eso, ambas expertas señalan que "es necesario que todos los ODM vayan unidos para poder avanzar".
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